Líbreme Dios de criticar tan venturosa empresa, puesto que todo bien es pequeño para la tan azarosa fortuna de vender el vino de la Tierra a extranjeros y visitantes. Más aún, albricias por la feliz idea de invertir una breve parte del erario público en dar a conocer de la forma que sea nuestros caldos de vid.
No, que eso lo tengo yo muy claro.
A la espera de que el tiempo lo conteste todo, y que sin duda lo hará a través del departamento de Economía y Turismo del CIM, lo que no tengo ya tan claro y que suscita en mí hondas y profundas reflexiones por culpa de mi mentecata ignorancia es:
¿Qué criterio de selección de restaurantes se llevará cabo en este reparto de cartas?
¿Qué bodegas de las 46 existentes van a entrar en esa lid?
¿Habrá igualdad de oportunidad para todos los cellers o sólo a los de siempre?
¿Habrá límites en cuanto al número de referencias de cada bodega?
¿Cúal ha sido el grado de participación de los Consejos Reguladores de las distintas Denominaciones de Origen en este proyecto?¿Se han implicado?
¿Qué grado de compromiso hay adquirido por parte del sector de la restauración insular en esta idea?
¿Habrá un seguimiento institucional de que las cartas se presentan, en efecto, al cliente y no quedan relegadas al abandono del mostrador?
¿Se prevee una continuidad del proyecto con renovación de productos cada temporada?
Y por último, y no menos importante, ¿existe un estudio previo que otorgue rentabilidad a esta iniciativa del CIM?
Pues eso, reflexiones.
Sigo.
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