Fui a buscar una caja de Butibalausí blanco a casa de Ramón, en Can Majoral. Ramón, además de ser vecino del pueblo en Algaida, responde al perfil del bodeguero que ama su trabajo y se responsabiliza de todo el proceso de un vino que -cuando acaba al fin su elaboración- da unos resultados increibles. Hablamos un rato en el patio de su bodega. La gente andaba trajinando de aquí para allá con mangueras, cajas de cartón vacías... Lo pillé saliendo de un portal con dos trozos enormes de sandía. Mi mujer me sonrío desde el coche cuando se acercaba a nosotros el perro de la casa (un perdiguero adusto y de buena raza). Diana me sonrió por que siempre dice que cuando vamos a Can Majoral nos metemos en la Mallorca auténtica, la más pura. Dos carritos con higos puestos a secar, un riego por aspersión detrás de nosotros. Restos de uvas en las cajas, la tarde de septiembre de un verano que se acaba, el olor dulzón de la uva recogida por doquier....La verdad es que tiene razón.
Ramón me comentó que la cosecha de este año había sido de extracción casi de cirujano ( d' operació lo llama él) Hablamos de la próxima campaña de navidad y de como se presentaba la cosa. Mireia, otro puntal de esta casa en cuanto al espíritu de Can Majoral, estaba de viaje pero, aún así y todo, no dudaron en venderme una caja de blanco y eso que ya estában contadas. El blanco de este año ha sido un exitazo. No sé. Salgo siempre de Can Majoral con el ánimo mejorado y con un reconciliarme con este trabajo y esta tierra. Debería ir a verlos más a menudo.
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